La vida no es justa cabro chico

En la vida de un hombre hay días buenos y otros no tanto. Es una certeza, es innegable e irrenunciable. Es un hecho, es trascendente e invariable. Culpar a Dios, al destino o a la suerte es cobarde y aunque muy humano, no es de las actitudes que enorgullezcan a la especie.


Lo sabía bien José Joaquín Soto. Un hombre sabio. Se duchaba cada 12 días, usaba boina y el pelo sucio. Apariencia de hombre sabio. Muchos lo juzgaban y hasta lo eludían, pero conocía aquellas certezas que sólo el dolor y la soledad descubren. Aquellas que no se pueden adquirir practicando yoga ni leyendo al psicólogo de moda. Hay que ensuciarse para ser digno. Hay que llorar para demostrar firmeza.

Soto era un roto y muchas veces el aroma que expelía hacía de su compañía un sacrificio. Pero obtenía de la vida lo que a muchos se nos enseña caprichosamente distante: tranquilidad con lo diario. Con lo austero. Con lo mínimo. Con nada y con carencia.

¿Es necesario perder para ganar? ¿Es justo esto? -Lo interrogué una vez-.
Soto me miró con expresión cancina, se encogió de hombros y musitó: La vida no es justa cabro chico.

Acto seguido cruzó la alameda a media cuadra. No esperó la esquina -eso es para niñas- Era un despreocupado y tampoco volteó a mirar. Lo atropelló una micro verde del Transantiago. No hubo toque de bocina ni freno. No hubieron disculpas ni castigos. Nació, gozó y se fue en anonimato.

En una versión alternativa, la micro tan sólo lo baña en barro acumulado en uno de los tantos baches de nuestras calles. Soto lleva su ropa a un albergue para el lavado correspondiente. Allí conoce a una viejecilla de nombre Catalina, se enamoran y pasan el resto de sus vidas jugando canasta.

intento...


Llegué a casa exhausto. Había tenido un largo día y la que terminaba era una jornada de mierd*. De a poco comenzaban a cansarme los amaneramientos y el tono agudo del idiota de mi supervisor. El trabajo como reponedor de fruta en el supermercado ya era suficientemente agotador como para además soportar sus caprichosos cambios de ánimo. Me gobernaba la convicción de ser un hombre destinado a grandes empresas, pronto haría carrera, sería promovido a pesar el pan y de ahí a la gerencia: un paso. Sin embargo, mientras él siguiera mal-evaluándome y yo no lograse acabar con éxito el sexto básico, mis planes se verían truncados. Tenía que asesinar a mi supervisor, acostarme con la jefa o bien dejar de morder la fruta antes de acomodarla en el mostrador.

Mientras me encargaba del cerrojo de la puerta principal, creí oír un ruido en el interior de mi departamento. No podía haber nadie en su interior, al menos esta idea resultaba difícil de abrazar considerando que sólo mi ex mujer había tenido copia de las llaves, mismas copias que incrustó en mi cara el día que decidió partir en busca que alguien "con más expectativas en la vida y espíritu de superación"... terminó embarazada de un chofer de micro que durante el segundo trimestre de embarazo la abandonó por un travesti de nombre Miguel. Burra.

Ladrones? no hay en esta ciudad ladrones tan imbéciles como para perder su valioso tiempo intentando robarme; mi posesión más valiosa resulta ser un destapador marca "ilko", el resto se lo llevaron el banco y mi ex mujer. No tengo luz eléctrica y el agua la recibo gratis por una beca de incapacidad para indígenas que consegui por uno de los tantos errores del gobierno de Bachelet.

Entré y me dirigí directo a la cama; sin luz no hay mucho que hacer y una botella de escocés junto a un cigarrillo es toda la cena que mi organismo necesita... es también todo cuanto puedo pagar. Sumido en estos pensamientos y en la miseria de mi habitación, me sorprendí cuando intempestivamente se abrió una de las muertas del closet, al tiempo que desde su interior asomaba un hombre de unos 50 años y evidente sobrepeso llevando un vestido de gala blanco. Horrendo, verdaderamente nausebundo.

- qué hace ahí escondido?! -dije asustado-
- soy la virgen, hijo mio...
- cállate, imbécil
- soy la virgen te dicen, hueón, vengo a ayudarte, deberías agradecerme
- ayudarme con qué?
- con tu vida que es una porquería... no me mires las piernas que no me he depilado... la axila tampoco... estuve de vacaciones en europa, es la nueva moda
- que asco
- ya, rezate 3 ave marías y después conversamos
- de qué está ud. hablando, no le creo nada, vállase antes de que llame a la policía
- hay policía en Chile? La última vez que estuve acá habían pacos no más
- Carabineros hueón, más respeto
- Judas Iscariote, no entregarías a la virgen ante sus captores!
- váyase ahora mismo y nos ahorramos malos ratos
- no puedo, mi misión es ayudarte y no me voy hasta cumplirla... tú te llamas Gianina cierto?
- David
- Gianina vive contigo? Tú eres el hueón que se la come?
- no conozco a nadie con ese nombre
- mal hecho, esta minita es preciosa y es caliente como una Toyotomi
- no hable hueás, váyase luego, déjeme dormir tranquilo
- esto es San Martín 1321?
- no, esa es mi dirección antigua...
- mierda, me equivoqué, esto me pasa por salir a volar en escoba estando borracha
- la virgen vuela en escoba?
- no que no me creías? Pendejo incrédulo! Me voy y me llevo tu plancha

Salió. Pasaron 4 minutos y tocó a la puerta, desde afuera escuché su voz gritando: "ábreme la reja... y llámame un taxi que me cago de frío"

Lo intento... pero me cuesta tanto y temo haberlo olvidado
Aún así, esto es líneas primas: el placer de escribir lo que nos da la gana

fábulas médicas

De la Doctora Parraguez, delgada y de inigualable belleza, se dice que inspiró a muchos de los médicos que hoy ejercen la labor de chofer de ambulancias.

En cierta ocasión, uno de sus internos le preguntó:

- Doctora, qué solución debo utilizar para hidratar a un paciente? Suero Fisiológico o Ringer Lactato?
- Ringer Lactato, respondió la doctora.
- Pero el ATLS recomienda el uso de Suero Fisiológico, replicó el interno.
- Muy bien, entonces Fisiológico, respondió ella
- Ya caigo, doctora. Fue una pregunta tonta.
- No sólo eso, sino que tú eres tonto, tu novia es horrible y si no dejas de pisarme el pie, voy a reprobarte.

Análisis y enseñanza:

Aquí se le pide a la doctora que haga un juicio de valor entre 2 soluciones salinas clásicas. Ello no es nada sencillo, sobre todo para la mujer que no ha estudiado medicina, jamás ha leído el Harrison y se la ha pasado simulando.

Además, ¿qué se entiende por "mejor"?, ¿no es acaso un término irremediablemente relativo? Lo que es mejor para la doctora, puede no necesariamente ser mejor para su interno. Por ejemplo, a la doctora le gusta dormir echada sobre el estómago. Al interno también le gusta dormir sobre el estómago de la doctora. El problema es evidente. Sobretodo porque la doctora es casada y el interno tiene novia, la que, como ya ha sido mencionado, es horrible.

Hay que señalar también que pisarle el pie a un médico de staff (como hace el interno en esta historia), según el manual de semiología de Goic, es un error comparable al de desfibrilar un Flutter Auricular (entiéndase matar a un cristiano) o atesorar pan en la residecia médica con un propósito distinto al de comerlo.

Larga vida a Florence Nightingale.

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